En la rutina cotidiana de cada día, ella trataba de tener
todo en orden. Una vez más, luego de una jornada sin clases se había quedado
dormida.
Cerca de las 7:45hs, despertó sobresaltada por la idea de
haber perdido el colectivo. Se ducho más apresurada que de costumbre, mientras
que la duda de la noche anterior le rondaba persistentemente en la cabeza.
No podía comprender por que razón una situación tan simple
se convertía en algo tan complejo. Trato una vez más de justificar sus
pensamientos, sus ideas y sus conclusiones. Pero nada podría aclararle sus
dudas mas que lo que estaba por sucederle.
Salio corriendo hacia la parada con todo lo que necesitaba
para completar sus tareas matinales. Como siempre, en su compartimiento
exterior llevaba lo más importante para ella, “El Yogurt”. Eso era algo que no podía
olvidarse. Podría olvidarse las llaves, los documentos, incluso dinero, pero
nunca el yogurt.
Subió deprisa al colectivo y mientras escuchaba música, no podía
despegar de su mente pensamientos que la hundían, que cada vez la hacían sufrir
más.
Recordó como era hace unos meses atrás. Una mujer confiada,
segura de si misma y muy ocupada. El volver a tomar compromisos que la hacían
dudar de todo y de todos, la habían convertido nuevamente en algo inerte. Una
vez más volvía a abandonarse. Vivía desarreglada, sumisa, pendiente y como todo
Boy Scout “Siempre lista”.
Pensó en todo lo que representaba el yogurt y no dejo que
nada nuble su simple tarea de tenerlo cada día.
En cuanto llego a su destino. No pudo con la emoción. Descendió
del colectivo, se arreglo un poco y saco del compartimiento exterior el yogurt.
Llena de ansiedad, como cada día, lo metió en el bolsillo y emprendió el camino
de entrada al edificio.
Apenas paso la puerta, una catarata de dudas se apodero de
ella. – ¿Y si no es de su agrado?- , -¿Sabrán que me ve?-, -¿Como será?-, -¿Porque
conmigo no puede ser como con las otras?-. Pensó tanto que cuando llego a la
sala ya no tenia nada que pensar, solo dudas. Como cada día, ella le envió un
mensaje, pero esta vez el no respondió. Se escuchaban risas salir de su oficina
y no pudo evitar sonreír al escucharlo reír Eso era una de sus cosas favoritas.
Pasados unos minutos, se abre la puerta de la oficina y el la
recibe de una manera casual. Un “Hola” distendido, le dio la pauta a ella que
algo no andaba bien.
Ella lentamente saca de su bolsillo el yogurt y se lo
entrega con una sonrisa llena de dudas, el lo recibe y como siempre lo acepta
de buena manera.
Tras un cruce de palabras “simpáticas” que uno podía notar
que eran de compromiso. Ella se toma el atrevimiento de arreglarle su saco. Por
primera vez, cruza la barrera que hacia tiempo ella misma se había impuesto. Se
aproxima a el de una manera suave y delicada, como quien acerca su mano a un
perro que esta lastimado y apunto de morderte. El se permite el distenderse y
se entrega a dicha caricia camuflada en algo tan simple.
Sin que ambos lo noten y de una manera sigilosa, surge en la
habitación, una mujer que los interrumpe con un saludo asombrado y nervioso.
Inmediatamente, ella se aparta de el y lo suelta sin dudarlo. El empieza a
justificarse y a ponerse nervioso ante la situación vivida.
La mujer sigue su camino y ella no duda en preguntarle:
-¿No puedo siquiera tocarte frente a tus compañeras de
trabajo? Lo mira confundida.
-¿Y si yo no quiero? Replico el sin perder el nerviosismo.
-No digo que no, solo pregunto y la respuesta es muy simple.
Le sonríe.
-Sabes que, no quiero volver a verte mas, toma esto (entregándole
el yogurt) y ándate.
Ella recibe el pote y agrega:
-¿Que pasa?, ¿Que hice?
-Estoy en mi trabajo y solo complicas mi vida. No tenemos
que vernos mas, es algo que no podemos hacer. Te Amo y mucho. Anda y acostate
con otro, no importa, me va a doler muchísimo pero no me queda otra.
El la miro molesto pero dubitativo y agrego:
-Vos venís acá para que te vean y vean que estamos juntos y
no quiero eso. No quiero que nos vean, no quiero que sepan que estoy con vos.
Vos te cagas en todo, solo es una excusa el traerme un yogurt y yo sigo acá, atrás
tuyo.
-Yo no vengo a controlarte, para mi es placentero poder
traerte algo que almuerces. No tiene que ver con que sepan que nos vemos.- Le
costaba contener las lagrimas y sentía como le temblaban las piernas.
-No me importa, sos una mala mujer y yo quiero hacer lo que
yo quiera, no que me controlen, que me exijan. YO voy a hacer lo que quiera,
hace o que se te cante, no me importa. Pero no quiero verte nunca mas, ¿me
entendiste?-
Ya casi llorando, no pudo hacer otra cosa más que regalarle
una sonrisa. Fue caminando hacia el escritorio y con mucho cuidado dejo apoyado
el yogurt. Luego simplemente se fue.
Cuando logro salir del edificio, no pudo evitar romper en
llanto y pensar que realmente hay quienes podrían valorarla más. Gente que
realmente la necesitaba, la querían de verdad, sin problemas, sin excusas, sin
conflictos.
Se dio cuenta que por más que lo ame con todo su corazón, no
iba a cambiar. El jamás le daría a ella el lugar que merece, porque cree que
debe pagar por sus errores todos los días de su vida y es su deber hacerla
pagar.
Limpio sus ojos y reflexiono sobre lo sucedido. Que cosas el
veía reflejadas en ese yogurt y las cosas que para ella el mismo representaba.
Miro nuevamente al pasado y añoro esa mujer feliz de vivir,
de conocer, de disfrutar y se dio cuenta que era momento de que renaciera. Se
dio cuenta verdaderamente que la vida es como un yogurt. Si lo comemos
apresurados no podemos apreciar el sabor, el aroma y se acaba pronto. En cambio
si nos damos 5 minutos para poder disfrutarlo, nos vamos a dar cuenta que es riquísimo
y que esta en nosotros elegir, cada día que sabor de yogurt queremos.